Tras años de cultura pop mostrándonos a los licántropos con abdominales marcados y problemas típicos de la adolescencia, es fácil olvidar que, en algún momento, la amenaza de un hombre lobo hambriento al acecho se consideró una amenaza seria y muy real. En esta historia real de mediados del siglo XIX, el terror se apoderó del estado de Georgia cuando lo que parecía un hombre lobo causó pánico entre los agricultores. Lo suficiente como para fundir sus cruces de plata en balas y lanzarse a una cacería multitudinaria para dar muerte a la bestia. Hoy en día todavía se puede visitar la tumba de la criatura.
La leyenda olvidada de este hombre lobo real de Georgia comienza con una niña llamada Emily Isabelle Burt. Emily era la niña más tímida y reservada de la acomodada familia Burt. Los Burt eran miembros prominentes de la ciudad ahora conocida como Woodland. Cuando el padre de Emily murió, dejó en herencia una gran suma de dinero. Mildred, la madre de Emlily, aprovechó el momento para enviar a su hija a un internado en Europa, para que estudiara algo y se librara por un tiempo de la aburrida vida cuidando a la familia o alternando con la alta sociedad local.
Después de un largo semestre en Europa, Emily volvió a casa y no pasó mucho tiempo antes de que el resto de su familia comenzara a notar que algo en ella no iba bien. Parecía enfermiza, con la mirada siempre perdida e incapaz de dormir bien. Al cabo de unos días su madre se enteró de que Emily había estado bajando hacia el bosque cercano cada noche. Cuando le pidió explicaciones, Emily dijo que no podía recordar la mayor parte de sus paseos de madrugada. Para empeorar las cosas, le había empezado a crecer demasiado vello en lugares poco habituales y sus dientes empezaron a parecer más puntiagudos, como si le estuvieran creciendo los colmillos. Mildred achacó todos estos cambios a la pubertad y simplemente impuso unas normas y una vigilancia más estrecha sobre su hija.
Mientras, los agricultores locales empezaban a quejarse de algunos problemas extraños. A lo largo del condado de Talbot muchos agricultores encontraban, cada mañana, el campo sembrado de los cadáveres mutilados de sus animales, aparentemente víctimas de un ataque de lobo. Hartos ya de la situación, los agricultores urdieron un plan para poner fin a las muertes de una vez por todas y comenzaron las partidas de caza nocturna con la intención de capturar o matar a la bestia responsable. Después de semanas de intentos fallidos de localizar al lobo, los agricultores empezaron a escuchar ideas alternativas.
Un hombre lobo era la única explicación
En la misma zona vivía un extraño anciano de Europa del Este. Algunos decían que hacía magia negra, otros que sólo era un viejo chalado, pero a estas alturas muchos empezaron a escuchar su teoría sobre un hombre lobo con más atención.
Les dijo que buscar cada noche a la bestia no tenía sentido. En su lugar, tenían que esperar hasta la próxima luna llena para reanudar su caza. Mientras tanto, el viejo enseñó a los agricultores a fundir sus crucifijos de plata para utilizar el metal en sus balas. Todos decían que era una locura lo que estaban haciendo, pero no tenían soluciones alternativas así que se dejaron guiar por el anciano.
Unas semanas después, el grupo de agricultores estaba acechando sus campos bañados por la luz de la luna llena. Tal y como había contado el viejo, la partida de caza se encontró con una silueta aterradora observando en la distancia. La criatura era tan grande como un hombre, tenía un hocico largo y caminaba erguida sobre dos patas. Levantaron sus fusiles y apuntaron hacia el monstruo. Una cacofonía de disparos sucesivos llenó el aire silencioso de la noche. La bestia dejó escapar un grito de dolor y huyó hacia el bosque. Nadie estaba seguro de lo que estaba pasando, pero lo que había dicho el anciano resultó ser cierto.
Mildred se despertó con el sonido de los disparos, y descubrió que la cama de Emily estaba vacía. Decidida a aclarar las secretas aventuras nocturnas de su hija, encendió una linterna y se dirigió hacia el bosque. Tras una larga búsqueda, Mildred se topó con el cuerpo inconsciente de Emily. Un charco de sangre rodeaba su mano. Parecía que le habían disparado. Mildred hizo todo lo posible para detener el sangrado y corrió en busca de ayuda.
El médico curó las heridas de Emily como pudo pero sin encontrar otra explicación lógica. Emily había recibido un tiro. Por supuesto todo el mundo ató cabos y Emily fue automáticamente sospechosa de ser una mujer lobo. La madre se enteró de la existencia de un experto en licantropía en París y allí envió a su hija con la esperanza de que la curara. Según todas las versiones, los ataques cesaron por completo a partir de entonces.
Varios años más tarde, Emily volvió a Georgia. Curada ya de la misteriosa enfermedad que la debilitaba tanto y sin ningún signo de que fuera a convertirse en un lobo alguna luna llena. Vivió el resto de su vida como una exitosa mujer de negocios. En 1911, a la edad de 70 años, Emily murió y fue enterrada en el cementerio de Owens y Holmes en el condado de Talbot. Aún hoy se puede visitar su tumba.
La explicación más probable de la historia quizá se deba a un cúmulo de casualidades. La pobre niña enferma venida de la vieja y oscura Europa, en plena adolescencia su cuerpo cambia, salen incluso pelos donde antes no había… unido a una serie de muertes misteriosas de ganado y un viejo asustando a los campesinos. Un cóctel que en mitad de una noche de luna llena provocaron que la joven fuera confundida con la bestia que estaban buscando los aterrados campesinos. La madre, con gran sensatez, la envió de nuevo a Europa antes de que aquellos pueblerinos asustados fueran a más. Por supuesto, al regresar años más tarde, la niña ya era una mujer normal recuperada de aquel triste periodo de su pubertad.
Los locales aún cuentan cómo sus abuelos participaron en la cacería y vieron a la bestia. Evidentemente no hay ninguna prueba más allá del testimonio de aquellos granjeros, cuya historia ha pasado de padres a hijos con la exageración propia de un cazador. Aún hoy hay algunos que afirman que han sido testigos de una figura fantasmal recorriendo los campos a la luz de la luna llena. Una figura con aspecto de hombre lobo, por supuesto.