La creencia en espíritus y fantasmas parece que es algo que haya existido desde siempre. Ya incluso en la epopeya sumeria de Gilgamesh, que es la obra épica más antigua conocida, se habla de la aparición del fantasma de Enkidú a Gilgamesh. Pero, como en la mayoría de relatos antiguos donde aparecen los muertos, son sólo recursos literarios en obras de ficción. Lo interesante es tratar de encontrar cuál fue el primer fantasma «real» documentado de la historia. No te lo vas a creer pero lleva cadenas y una sábana.
Podemos tomar como testimonio más antiguo el registrado por Plinio el joven en una carta a su amigo Lucio Licinio Sura. Plinio el joven era un abogado, escritor y científico romano que nació en Italia en el año 61 d.C. Era sobrino e hijo adoptivo de Plinio el viejo, el autor del clásico «Historia Natural» y amigo y discípulo de historiadores ilustres de la época. Se le considera un hombre adelantado a su tiempo y en sus cartas se reflejan sus conocimientos. Sobre todo en fenomenología volcánica y asuntos sociales de la época. Vamos, un tipo al que se le tiene cierto respeto entre historiadores y se le da cierta veracidad a sus palabras.
Pues bien, como decía, Plinio escribió una carta a su amigo Lucio que era un cónsul amigo personal del emperador Trajano. Y en esa carta le cuenta una serie de sucesos extraños que ocurrieron en una mansión de Atenas que parecía estar encantada por un fantasma. Los diferentes inquilinos que había tenido huían contando la misma historia: ruido de cadenas por la noche, seguida de la aparición de una figura fantasmal que los aterrorizaba y los hacía abandonar la vivienda al día siguiente. Esto hacía casi imposible que alguien quisiera alquilarla. Es importante señalar que lo que sucedió a continuación no es algo que viviera Plinio en primera persona, sino que es un testimonio que le contó alguien «de su confianza».
Atenodoro, el primer cazafantasmas
El caso es que el filósofo Atenodoro llegó a Atenas para pasar una temporada, y al ver el precio tan bajo que tenía aquella mansión se interesó por ella. Mucho más aún cuando le contaron la historia del fantasma, así que decidió quedarse a vivir en ella para investigar el hecho. Atenodoro se preparó bien para esa primera noche. Ordenó a sus sirvientes que colocaran la cama en la parte delantera de la casa, y que le dejaran allí sólo junto a una lámpara, unas tablillas y algo para escribir. Quería permanecer despierto toda la noche, atento a todo lo que pudiera ocurrir, y la escritura era un buen entretenimiento para concentrarse y que el sueño no le hiciera ver cosas raras.
Y apareció. Tal y como le contaron. Primero oyó un ruido de cadenas, y luego se encontró frente a un fantasma. Un hombre anciano, demacrado, con barba larga, grilletes en manos y pies y arrastrando unas cadenas. El fantasma le hizo insistentemente una señal para que le siguiera y Atenodoro, armado de valor y una lámpara, siguió al espectro hasta un punto del patio de la casa donde el espectro se paró de golpe y desapareció. El filósofo, con la sangre fría que mantuvo todo el encuentro, marcó el lugar exacto donde desapareció el fantasma.
Al día siguiente, mandó llamar a las autoridades y, tras explicarles lo sucedido, decidieron cavar en el lugar donde había desaparecido el fantasma. Allí encontraron los restos ya muy descompuestos de un hombre con grilletes y cadenas. Se llevaron los huesos de allí, le dieron sepultura de forma debida según los ritos romanos y, desde aquel momento, el fantasma no volvió a aparecerse nunca más.
El mismo fantasma apareciendo hasta nuestros días
Me resulta fascinante comprobar cómo el arquetipo del típico fantasma de relato de terror gótico se ha mantenido intacto desde hace casi dos mil años hasta nuestros días. Los autores de estas historias de fantasmas no se han cansado mucho pensando en cómo crear una historia de casas encantadas: un investigador, una mansión, un fantasma envuelto en una sábana al que liberar… ¡si hasta las películas de terror con fantasmas de hoy día tienen el mismo argumento!

Y, como todo el mundo sabe, un buen fantasma debe arrastrar cadenas y llevar una sábana (¿quizá porque la ropa con la que identificamos a los griegos es una sábana puesta encima?).

Después de todo, casi todas las historias de fantasma en casa encantada que nos han llegado a nuestros días no son más que una variante de una misma historia que se han ido contando unos a otros desde tiempos de Plinio el joven…
