Sólo son once hombres sentados en una viga. Trabajadores almorzando y descansando en su jornada de trabajo en plena Gran Depresión. Nada de especial si no fuera por lo que se muestra bajo sus pies: nada. Nada bajo los 260 metros de altura del edificio RCA en el Rockefeller Center. Y, de fondo, Manhattan, símbolo de prosperidad para el mundo entero y epicentro cultural del siglo XX. «Almuerzo en lo alto de un rascacielos» («Lunch atop a Skyscraper» en el inglés original) es una de las fotografías más vendidas de la historia. Y una de las más impactantes campañas de publicidad.

La inmigración obliga a expandirse hacia los cielos
El periodo entre 1880 y 1925 es uno de los períodos de inmigración más impresionantes de la historia de la humanidad. Sólo EEUU recibe a 24 millones de personas. Nueva York era el destino principal de muchos de esos inmigrantes y pronto fue incapaz ya de expandirse a lo ancho. Fue entonces cuando empezaron a mirar hacia arriba para crecer. Fue tanto el crecimiento de la ciudad hacia los cielos que la mitad de las estructuras de acero empleadas en todo Estados Unidos se levantaron en Nueva York en los años 20.
Los once obreros de la viga son el icono representativo de esa época. Y nunca mejor dicho lo de icono representativo porque, aunque parezca lo contrario, los obreros no se han subido a la viga de forma espontánea ni el fotógrafo los ha capturado en un acto cotidiano. Estaban posando, fingiendo descuido, como parte de una sesión fotográfica para promocionar el edificio que estaban construyendo. En medio de una crisis económica mundial, Nueva York y sus habitantes eran capaces de embarcarse en los proyectos más ambiciosos sin miedo. Y entre todos los proyectos, el edificio RCA en el Rockefeller Center quería ser el más importante de todos. La fotografía se publicó en el Herald Tribune el 2 de octubre de 1932.
Y, ya puestos a romper la magia, tampoco estaban sentados sobre el vacío de esos 260 metros del rascacielos. Aunque la seguridad laboral de 1932 haría estremecer a cualquier trabajador de hoy día, no estaban tan locos como para jugarse la vida por una simple foto. Bajo ellos, fuera de plano, estaba el suelo del piso de abajo.

Sea como sea, los trabajadores trabajaban en unas condiciones extremas y, como muestran otras fotografías tomadas para esa campaña, habían perdido el miedo a las alturas. Ninguna de las imágenes está retocada. ¿Te imaginas ahí subido como si nada? Yo no…


Me resulta divertido pensar que la imagen más representativa del progreso americano sea una campaña de publicidad. Pero, de todas formas, el relato de la fotografía es lo suficientemente potente como para que, a pesar de todo, me imagine esa escena como si fuera real: un grupo de obreros posando de forma casual en las vigas que cuelgan desde un rascacielos de 260 metros sin nada más bajo sus pies que Manhattan. Si non e vero e ben trovato.
Polémica con el autor de Almuerzo en lo alto de un rascacielos
En los años 30 era muy poco habitual que los fotógrafos periodísticos tuvieran algún tipo de reconocimiento. Eran solo trabajadores anónimos que ayudaban al periodista a ilustrar su noticia. Y esta sesión de fotos, enmascarada como artículo, no iba a ser menos. Los fotógrafos allí eran tan obreros sin reconocimiento como los que retrataban sobre las vigas.
Al principio se había supuesto que el autor podría ser Lewis Hine que en 1931 había documentado la construcción del Empire State Building. Pero las fechas coincidentes con otras obras suyas no cuadran, así que más tarde se deshechó en favor del fotógrafo Charles Clyde Ebbets. Su familia mostró públicamente en 2003 pruebas que parecían confirmar que él era el autor. Ebbets fue durante mucho tiempo el director de fotografía del Rockefeller Center y conservó durante años fotografías suyas realizando algunos disparos en esas vigas.


Y también el negativo original en una placa de cristal. Actualmente conservado en una cueva de Pennsylvania en la Iron Mountain, preparada específicamente para conservar este tipo de documentos históricos de valor incalculable. En dicha cueva hay un ejército de técnicos restaurando y guardando digitalmente miles de documentos para que no se pierdan los originales.

Pero claro, junto a él había otros fotógrafos contratados para esa sesión de fotos como William Letwich y Thomas Kelly. Cualquiera de ellos podría haber sacado aquella la fotografía. Por esta razón, a pesar de los intentos de los familiares de Ebbets, se sigue considerando una fotografía anónima.
En el siguiente vídeo puedes observar algunas imágenes más, algunas de ellas en movimiento, que nos permiten hacernos una idea más amplia de la dimensión de la construcción de ese rascacielos y de la fotografía que pasó a la historia documentando la obra.