Hoy he vuelto a ver una de esas ofertas de empleo que buscan a un informático para que se encargue de la web de la empresa. Incluso de las redes sociales… Es posible que hayan decidido que sea recursos humanos el que se encargue de organizar al 100% la búsqueda de candidatos, y en vez de usar términos genéricos como diseñador web o programador hayan utilizado la única palabra que conocen para temas de ordenadores: informático. O que realmente la empresa esté buscando un candidato así. De cualquier forma, tienen un problema gordo si están pidiendo eso.
Siempre me ha resultado difícil explicar mi trabajo a alguien de fuera del mundillo. Por más que les he ido explicando que soy diseñador y que hago cosas para internet y aplicaciones y alguna cosa más… siempre han intentado resumirlo con un «ah, informático». No tendría la menor importancia si no fuera porque recibo muchas consultas parecidas a esta:
- oye, mi impresora ha dejado de funcionar
- lo siento mucho, espero que le des solución
- no, si te llamaba por si tú sabrías decirme por qué puede ser, como eres informático...
- emmm, no soy informático, yo diseño cosas para internet y como mucho puedo hacerte un esquema para que el técnico lo entienda mejor...
- pero es lo mismo, trabajáis con ordenadores, ¿no?
- a ver, tú eres contable en tu empresa ¿no?
- sí
- y trabajas con ordenadores, ¿no?
- claro
- pues entonces sabes lo mismo que yo de arreglar impresoras.
Y, por supuesto, como en la oferta de trabajo que decía antes, el informático es el que hace páginas web, porque son cosas de ordenadores.
Pues no. Voy a intentar hacer una introducción sobre qué es cada cosa para quién no lo sepa. Será una explicación para no entendidos. A ver si ayudo a aclarar un poco los conceptos para el que esté algo despistado.
Como he pasado por varias fases en mi trayectoria profesional, las utilizaré como ejemplo para diferenciar los términos.
Ni informático ni programador
A mi siempre me gustaron los ordenadores personales, tuve muchísima curiosidad por aprender a utilizarlos, saber cómo funcionaban y por qué ocurría tal o cual cosa cuando los manipulaba. Pero pronto me di cuenta de que lo mío no era la informática. Tuve muy claro que no quería profundizar sobre qué es lo que hace funcionar al ordenador sino qué es lo que podía llegar a hacer con él. Así que dejé de lado aquello que me habría podido hacer lo que se conoce como informático: el hardware, las redes, la seguridad… o cómo hacer que funcione la impresora. Yo quería explotar la parte creativa.

Al principio hice algún cursillo de programación. No tenía muy claro cómo llegar a mi objetivo y me dejé llevar por las pocas opciones que había en la época pre-internet. Parecía muy claro que el que hacía cosas era el programador. Entre academias de barrio y libros mal explicados traté de introducirme en el mundo de la programación. Esos cursillos los daban informáticos que lo mismo te arreglaban el PC que el aire acondicionado. Aquella breve experiencia me dejó claro que, definitivamente, no tengo mente de programador. No quería saber de matemáticas, ni aprender a crear matrices con datos, ni me entusiasmaba saber sobre sistemas operativos. Para entendernos, empecé a darme cuenta de que yo no quería ser el programador que creara Photoshop, yo quería crear cosas con Photoshop.
Diseñador gráfico
Con las ideas más claras ya pude enfocarme al 100% en una trayectoria profesional más definida. Primero fueron los años de aprendizaje de las distintas herramientas: editores de imagen como el Photoshop, CorelDraw o Fireworks, modelado y animación 3D con Alias, Softimage o 3dStudio… hasta que empecé a hacer algunos trabajos profesionales para pequeñas empresas y autónomos que estaban más perdidos que yo.
Al principio fueron cosas relacionadas con diseño gráfico. Sobre todo carteles de cualquier tipo, portadas de discos de cantantes desconocidos, anuncios en revistas, etc. Siempre para papel. Era divertido, me gustaba mucho y los clientes estaban satisfechos.
Internet aún estaba en pañales. Tenía mucho interés en la psicología del diseño, teoría sobre el uso de colores, estructuras funcionales,… pero era difícil encontrar información. Mientras la mayoría sólo se interesó por hacer que las cosas se vieran bonitas, yo quise experimentar con la parte funcional del diseño. No quería hacer sólo cosas bonitas, sino también útiles. Para el usuario que recibe información y también para el cliente que quiere vender. Fue complicado aprender. Pero muy estimulante. Y, sin saberlo, sentaba las bases para mi futuro profesional diseñando para internet.

Y llegó el día que lo cambió todo. Un cliente entusiasta de las nuevas tecnologías me pidió que le hiciera una web para eso de internet. Ni siquiera se planteó que yo no supiera hacerlo. No tiene absolutamente nada que ver diseñar para papel que diseñar para pantalla. Pero a él le pareció bastante obvio que si yo sabía hacer la portada de un disco sabría hacer una web. Luego ya descubrí que todo el mundo pensaba parecido. No había una idea clara de que alguien pudiera ser diseñador web nada más. Las webs las hacían los informáticos, o los que diseñaban carteles como yo.
No le dije que no.
Diseñador web
Y así es como tuve que investigar cómo se hacían esa webs que yo visitaba pero que nunca se me habría ocurrido desarrollar. Porque, como todo el mundo pensaba, esas cosas las hacían solo los programadores. Y como no sabía por dónde empezar tuve que volver a enfrentarme a la programación. Esta vez todo era más sencillo. No había variables, ni matrices, ni bucles ni nada cercano a las matemáticas. Era un HTML básico, estático. Con un primitivo CSS. Programar eso era muy fácil. Y el Frontpage de Microsoft (y más tarde Dreamweaver) lo hacía todo más sencillo.

Como la mayoría de las webs las hacían los programadores (o los informáticos) sin ninguna formación en diseño, pronto tuve cierto éxito. Mis webs eran más bonitas. Y tenían Gifs animados con más gusto. Y el logo del cliente daba vueltas. No como en esas aburridas webs donde solo salía texto o el Gif animado del obrero comiendo un bocata. Y, además, había cierta armonía entre la información y el diseño. Mi interés prematuro en la estructura de la información daba sus frutos.
Ya sólo me pedían hacer webs. Los carteles, las portadas, los trípticos, etc pasaron a un segundo plano. No había tiempo. Y lo pagaban mejor que los carteles. Sin haberlo planeado, había pasado de ser un diseñador gráfico a ser un diseñador web.
Y, de repente, Macromedia sacó Flash 3. Y fue la gran revolución.
Diseñador de Interface de Usuario (UI en inglés)
El diseño fue entonces completamente malaeble. Ya no teníamos las restricciones de las webs en HTML. Las cosas no tenían que estar encuadradas en un rectángulo. Todo era más fluido. Se podía diseñar lo que se quisiera, literalmente. Todo se podía mover. Todo.
Y ahí los programadores estaban más perdidos. Ellos habían aprendido a teclear código, no a hacer dibujitos animados. Los diseñadores que estábamos entusiasmados por la interacción y el movimiento tuvimos nuestro boom profesional. Y los caminos se separaron aún más. Cada etapa del desarrollo de una web empezó a especializarse
Ya no diseñábamos bloques de textos y Gifs animados. Esto nuevo ya se acercaba más a algo artístico. Había que diseñar cosas cada vez más espectaculares. Y se nos fué de las manos. Todo empezó a ser caótico. Nos olvidamos de dar información al usuario. Queríamos impresionarle.

Pero el objetivo era vender, no entretener. Había que replantearse todo. Así empezamos a domesticar el caos y a pensar seriamente en cómo había que diseñar la interface del usuario (todo aquello que te permite interaccionar con la web) para que los objetivos se cumplieran. Y el principal objetivo ha sido siempre vender.
La web y Flash se fueron haciendo cada vez más complejas. Ya no bastaba con saber diseñar y animar para una demanda cada vez más sofisticada. Así que me tuve que poner las pilas y profundizar un poco más en la programación. El HTML se complicó cada vez más, el CSS cada vez tenía más opciones, luego hubo que saber javascript (y actionscript para Flash) e incluso algo de PHP… Por fortuna la información disponible en internet fue cada vez más abundante y el camino fue mucho más fácil que en mis inicios.
Fueron años de experimentar mucho, de muchas pruebas, errores y aciertos. Mucho tiempo invertido en aprender un poco de todo… pero dio sus frutos.
Coordinando equipos y diseñando Experiencias de Usuario (UX, en inglés)
No siempre es fácil encontrar a diseñadores que se hayan preocupado de aprender algo de programación. Eso me ha dado siempre una ventaja importante en la evolución de mi trayectoria profesional.
Siempre he podido tener una visión más global del proyecto: he sabido entenderme con los programadores, con los diseñadores y con el cliente. Y al final, de forma natural, he acabado dirigiendo o coordinando grandes proyectos.
Si algo había aprendido todos estos años es que la preproducción es lo más importante de un producto. Al tener a gente a mi cargo que puede dedicarse a hacer tareas más rutinarias, he podido emplear tiempo para estudiar nuevos enfoques, mejorar la usabilidad de los productos, hacer que el usuario tenga una mejor experiencia, aprender de estadísticas y marketing para conseguir objetivos…

Como siempre, fue algo fluido, natural. Simplemente alguien tenía que hacerlo. Y yo estaba en la posición adecuada. De forma gradual, mientras coordinaba todos los proyectos fui convirtiéndome desde Diseñador de Interface a un Diseñador de Experiencia de Usuario. Es decir, el que diseña la interacción del usuario con el producto teniendo en cuenta la psicología de las decisiones, las mejores prácticas en usabilidad, la gestión de la información, el diseño, las necesidades técnicas, etc…
Una vez que se profundiza en la teoría más global del desarrollo de webs, descubres que los mismos principios pueden aplicarse a otros tipos de productos digitales. Y he tenido la oportunidad de experimentar con apps, plataformas educativas, realidad virtual, realidad aumentada, gamificación…
¿Y ahora qué?
Toda esta trayectoria me ha llevado a un punto en el que me siento muy cómodo diseñando las estrategias globales de la creación de un producto digital. Por dónde empezar, cómo enfocarnos en lograr el objetivo principal (casi siempre, vender), cómo será la experiencia de usuario, que límites de usabilidad nos encontraremos, cómo se organizarán los equipos, qué necesidades tendremos a lo largo del proyecto, qué pasará con el producto tras acabarlo, qué necesidades de marketing tendremos…

Esta es una profesión bastante reciente y en constante evolución. Los nombres de cada posición van cambiando. A veces por modas, a veces por necesidad. Cosas que antes se englobaba en una especialización genérica se van volviendo más complejas y acaban teniendo una entidad diferente. Y necesita un nombre diferente.
Uno de los nombres que podemos darle a alguien como yo que se encarga de diseñar y desarrollar el proyecto teniendo en cuenta esos temas es Product Designer, Diseñador del producto. Alguien que ha tenido experiencia en todas las facetas del desarrollo y puede crear las líneas maestras del proyecto, coordinar a los equipos de producción para que se haga todo de la manera prevista y cuidar de la estrategia del producto tras su finalización.
Por supuesto, esto solo en el currículum. A nivel informal me ahorro siempre esta explicación y esta nomenclatura y al final me presento a los amigos como Diseñador Web a secas.
Sí, me siguen preguntando cómo se arregla la impresora…

Y hasta aquí mi experiencia. Lo expliqué muy resumido y de forma poco precisa porque sólo pretendía introducir los conceptos. Quizá en el futuro escriba algún artículo sobre cada puesto para explicarlo todo al detalle. Pero si quieres ahondar en el tema ahora, descubrirás, a través de Google, que hay miles de teóricos de cada apartado que estarán encantados de explicarte su profesión en profundidad.