Es una película fascinante. Mildred está desolada porque su hija ha sido vejada y asesinada recientemente. Cree que la policía no hace su trabajo correctamente y, por miedo a que den por finalizado el caso sin encontrar al culpable, decide poner tres anuncios en las afueras denunciando la ineptitud del jefe de policía de su pueblo. Pronto surge el enfrentamiento con los policías a los que acusa de no poner todo su empeño en resolver el caso.
Pero esa búsqueda de venganza no es más que el vehículo del verdadero tema de la película: el fatalismo, la injusticia de un mundo arbitrario y cruel, que nos derrota aunque pongamos toda nuestras fuerzas en conseguir algo.
Frances McDormand, con su rostro desolado y angustiado pero con una actitud desafiante, está impresionante en este papel. Cada frase que dice es una sentencia, una puñalada. Pero bajo la ira, la rabia y la determinación imparable, deja ver una tormenta emocional interior: le invade la culpa de no haber sabido proteger a su hija y la amargura de no haber sabido ser mejor madre.
Woody Harrelson le da una replica magnifica con su personaje inepto aunque afable y vulnerable. Sam Rockwell con su racista y grotesco personaje completa el trío protagonista. Todos ellos inmensos transmitiendo una amplia gama de emociones que van desde el miedo hasta la compasión. No hay buenos ni malos sino gente con sus virtudes y sus defectos. Y los culpables ni tan siquiera hacen acto de presencia.