«En cualquier momento se darán cuenta de que soy un fraude. Todos mis compañeros están mejor preparados que yo ¿cómo voy a poder encargarme de este proyecto? La mayor parte del tiempo improviso y tengo suerte de no haberla cagado aún. Pero lo haré pronto. Seguro. Y todos se darán cuenta de que soy un impostor.»

Pensamientos como estos son una constante entre los que sentimos el síndrome del impostor. Se da en todas las profesiones que requieran cierto conocimiento en constante actualización y/o creativo. Y, salvo que padezcas del Efecto Dunnning-Kruger o tengas un ego como una catedral, en el mundo del diseño digital creo que casi todos lo padecemos. Todo cambia tan rápido, hay tantas nuevas herramientas y competencias que asumir, que nuestras inseguridades toman el control de nuestra autoestima. Da igual que nuestros proyectos terminen siendo un éxito. Da igual que recibamos halagos por un trabajo excepcionalmente bien hecho. La tendencia es pensar que todo ha ocurrido por pura suerte. O porque hemos sabido fingir que somos más competentes de lo que en realidad somos.

Más de 20 años de experiencia después sigo pensando que tarde o temprano descubrirán que toda mi vida laboral fue un fraude. He hecho jornadas interminables en algunos proyectos sólo para poder demostrar que puedo hacer el trabajo que me han asignado. Y ahora mismo tengo una vocecilla que me dice: «No sé por qué estoy escribiendo este artículo. No aporta nada. Y se darán cuenta de lo poco que tienes que decir sobre las cosas…» Si estás leyendo esto es que he superado ese momento. No siempre lo hago y tengo decenas de borradores de artículos a medio escribir que jamás terminaré. Cada vez tengo más herramientas que me ayudan a superar esos momentos de baja autoestima. El síndrome del impostor sigue ahí, pero de vez en cuando me permito una tregua.

¿Y cómo consigo esa tregua? Por la edad experiencia.

Todos sentimos lo mismo

Con el paso del tiempo descubrí que todos estamos improvisando y todos tenemos los mismos miedos. Siempre que ha salido el tema del síndrome del impostor, todo el mundo respira aliviado al saber que no es el único que lo siente. Cuando se empieza un proyecto ambicioso, todos sentimos la misma ansiedad, la misma inseguridad… y eso, paradójicamente, tranquiliza. El proyecto saldrá bien porque nadie sabe lo que está haciendo. Y está bien que las cosas salgan simplemente, pues eso, bien. No todo tiene que ser perfecto. Todo puede mejorar. Y a veces las cosas salen simplemente bien.

Perfeccionismo traidor

No significa que no trate de hacer las cosas lo mejor posible. Suelo ser bastante perfeccionista en lo que hago. Pero ese perfeccionismo unido al síndrome del impostor se convierte en un defecto mas que en una virtud. Mi afición por hacer cosas no digitales (cosas reales con madera, plástico, metal…) me ha enseñado que, por mucho que me esfuerce, siempre hay un punto y final. En el mundo digital parece que siempre se puede dar un paso más en lograr la perfección. Pero no siempre es así. Hay que dar por finalizada una tarea cuando, estando bien, impide avanzar al siguiente nivel. No puedo lijar una mesa eternamente para que sea aún mejor. Y el próximo proyecto tendrá otro desafío inesperado…

Preguntas tontas

Eso es otra cosa que aprendí: nadie lo sabe todo. Es más, sabemos muy pocas cosas de todo. Y no pasa nada. Cada vez que me enfrento a un nuevo desafío me divierto aprendiendo algo diferente. He perdido el miedo de preguntar a un compañero cómo se hace tal o cual cosa que todo profesional debería saber ya. Y he visto cómo mis preguntas tontas le han dado el valor a ellos para preguntarme otras cosas que todo el mundo debería saber ya. Y no pasa nada. Incluso he soltado alguna vez a algún cliente de un proyecto novedoso: «vamos a aprender juntos cómo se hace esto».

Who’s a good boy?

Es importante celebrar las cosas que salen bien. Siempre he disfrutado poco de los triunfos porque «se podría haber hecho mejor». Pues eso ya me da igual. El proyecto se ha terminado. Ha salido bien. Se ha acabado. Brindemos por ello. Siguiente tarea. Y eso sirve también para los proyectos vitales. He llegado hasta aquí. He trabajado en proyectos importantes. He recibido premios, felicitaciones de clientes y público. Bien por mi.

Y ahora, a celebrar que he terminado de escribir esto y le he dado a publicar.

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