El típico remake de live action de Disney que se resume, como los demás, en una palabra: innecesario.
Toda la polémica «woke» que montan los fachas me trae sin cuidado. Sobre todo porque el resultado es tan insustancial que no te transmite nada, ni siquiera enfado. El drama de verdad es que podríamos haber tenido un desastre épico memorable, un placer culpable que recuperar con cierto cariño más adelante. En cambio, tenemos la nada absoluta.
270 millones tirados por inercia. Nada justifica ese gasto de dinero porque todo es cosplay barato y un CGI tan omnipresente como innecesario. Toda decisión técnica o artística no tiene justificación aparente, todo se ha hecho… porque sí. Hasta los enanitos digitales es una decisión absurda. ¿Por qué hacer un live action si vas a renunciar a ser artesano?
En fin, la nada.
