Una propuesta que me ha parecido genuinamente ingeniosa. De esas películas que te recuerdan que la creatividad muchas veces funciona mejor cuando no tienes grandes medios a tu disposición.
La premisa es tan simple como efectiva: el dueño de un café descubre que su televisor le muestra lo que va a pasar exactamente dos minutos en el futuro. Y a partir de ahí construye un bucle temporal con una lógica interna que funciona sorprendentemente bien.
Lo que más me llama la atención es cómo convierte sus limitaciones en fortalezas. Está rodada casi completamente con un iPhone, pero lejos de notarse como una carencia, le da un aire de autenticidad que películas con presupuestos millonarios no consiguen.
Cada vez me gusta más el Nagamawashi, ese microgénero japonés de películas filmadas en una sola toma con presupuestos mínimos. Hay una frescura en estas propuestas que no encuentras en ningún otro sitio, y el plano secuencia continuo de esta película es un ejemplo perfecto. Ese recurso no es solo un alarde técnico (que también) sino que genera una tensión constante que te mantiene pegado a la pantalla. Compartes la confusión y la urgencia de los personajes de una forma muy directa, casi física.
No busca ser la gran película de viajes en el tiempo con efectos espectaculares y paradojas complejas. Es un ejercicio de guion muy inteligente que construye algo coherente y mantenido únicamente con su idea central. Y funciona.
Me parece una pequeña joya que demuestra que tener una buena idea y saber ejecutarla puede ser mucho más valioso que todos los recursos del mundo.